En primer lugar, aclaro unas definiciones.
Objetivo de focal fija: es aquél en el que la distancia focal o longitud focal es siempre la misma. La perspectiva y el tamaño de la escena fotografiada, desde el mismo punto de vista, es siempre la misma. No tienen “aro de zoom”. Por ejemplo, un 50 mm.
Objetivo zoom: es aquél en el que, mediante el “aro de zoom” podemos seleccionar distintas distancias focales, y por lo tanto variar el tamaño de la escena en la fotografía final. Por ejemplo, un 75-300.
Teleobjetivo o tele: es un objetivo de distancia focal a patir de 80 mm. Por ejemplo, un 300mm (focal fija) o un 100-400 mm (zoom).
Es bastante antiestético (y habitual) confundir “zoom” con “tele”, que no tienen nada que ver.
Aparentemente, un objetivo zoom nos da más posibilidades en cuanto a distancia focal, y por lo tanto, a primera vista, el principiante no se plantea adquirir objetivos de focal fija. Cuando un recién iniciado se plantea ampliar su parque de objetivos, mira casi exclusivamente la longitud focal de los mismos, y tiende a tener cubiertas cuantas más focales, mejor. Así, no es raro que al típico 18-80, le siga un 75-300. Parece ser que podemos hacer casi cualquier fotografía, ya que tenemos el rango focal cubierto.
Pero razonar de esta manera, es un gran error. En primer lugar, porque no hemos tenido en cuenta un factor que es, en muchas ocasiones, más determinante que la focal para poder conseguir una fotografía concreta. Y este factor, es la apertura máxima de diafragma, o luminosidad del objetivo. Así, un 50 f1.4 es mucho más versátil que un 50 f4. Y yo defiendo que incluso es mucho más versátil que un 16-70 f5.6.
¿Porqué?: porque existen muchas situaciones en las que la escasez de luz nos obliga a abrir mucho el diafragma, y si no podemos hacerlo, no hay foto. Por ejemplo: en un concierto en una sala poco iluminada (que es un caso extremo de falta de luz). Imaginemos que queremos “congelar” el salto de un músico (en este caso, de dos 🙂 ).
Sabemos (la experiencia lo empieza a decir algún día) que no podemos abrir el obturador más lento de 1/200, ya que los músicos saldrían “movidos”. Y la escasez de luz, a 1/200 nos pide un f1.8 para exponer correctamente las zonas importantes de la escena. ¿Qué pasaría si nuestro objetivo sólo puede abrir a f5.6?: que la escena estaría absolutamente subexpuesta, a 1/200 y f5.6. Si queremos corregir esta subexposición, logrando la equivalente a 1/200 f1.8, tendríamos que disparar a 1/15 f5.6, y a esa velocidad de obturación los músicos saldrían totalmente “movidos”. Es decir, que con un 16-70 f5.6, no habría manera de hacer esta foto.
En resumen, la luminosidad de un objetivo, en ocasiones, es mucho más determinante para poder hacer una fotografía, que el rango focal del objetivo. Y sin embargo, es habitual observar que el criterio de elección se limita muchas veces al rango focal.
Efectivamente se prioriza el rango focal. He visto más de una vez la consulta de:”Tengo un 17-50 y un 80-200. Qué objetivo me compro para complementarlos?” Como si ese espacio entre 50 y 80 fuera imprescindible. Me “autopongo” de ejemplo. Tenia el Sony 16-105 f3.5-5.6 con el que estaba encantado, excepto en un detalle, ese f3.5 se convertia rápidamente en f4.5 en cuanto alargabas u poco. Lo he cambiado por un Tamron 28-75 f2.8 No he echado de menos la diferencia entre 16 y 28, en cambio si que he agradecido el f2.8 en toda si focal.
Sí: a veces incluso la gente tiene un 17-50 y un 70-300 y se preocupa por esas escenas a 51 mm, a 52 mm… y así hasta 69 mm que parece que no puede captar.
Y mientras tanto, va acumulando un montón de fotos subexpuestas o movidas por no tener diafragma.
Mis primeros objetivos fueron un 28-80 y un 70-300, con los que a duras penas conseguía un f4 🙂